30 de noviembre de 2006

PODRE IR MAS LEJOS DE LO QUE SIEMPRE FUI?

Verónika se impuso esos absurdos límites incluso en su disfrute sexual, ya que se había educado a sí misma para dar a los hombres (y obviamente a sí misma) una cantidad exacta de placer: ni más, ni menos, apenas el necesario.
Recordó lo que le había dicho Mary: “Mastúrbate”. Conoce a donde quieres llegar. Podré ir mas lejos de lo que siempre fui?, se preguntó Verónika. Como sólo tenía el presente porque tal vez no hubiese un mañana, al mirar a Eduard el esquizofrénico, luego de tocar el piano, tomó su mano y quiso conducirlo hacia el sofá, pero Eduard educadamente rehusó, prefiriendo quedarse al lado del piano esperando que ella volviese a tocar.
Verónika se quedo desconcertada, pero pronto se dio cuenta de que no tenía nada que perder. Estaba muerta (sus días estaban contados porque el intento de suicido le provoco daños en su organismo) ¿de que servía estar alimentando los miedos y prejuicios que siempre limitaron su vida?. Se sacó la blusa, el pantalón, el sostén, las bragas y se quedó desnuda delante de él.
Eduard rió. Ella no sabía de qué. Delicadamente tomó su mano y la colocó sobre su sexo; la mano se quedó allí, inmóvil. Verónika desistió de la idea y la retiró.
Algo la estaba excitando mucho más que un simple contacto físico con aquel hombre: “el hecho de que podía hacer lo que quisiera”. La sangre empezó a correr mas rápidamente, y el frió que sintiera al desnudarse fue desapareciendo. Los dos estaban de pie frente a frente, ella desnuda, él totalmente vestido, entonces descendió su mano hacia sexo y empezó a masturbarse, ya lo había hecho anteriormente sola o acompañada, pero nunca delante de alguien que no mostraba un ápice de interés en lo que acontecía.
Se entregó a su deseo y a complacerse como nunca lo había hecho, empezó a decir cosas impensables, que sus padres, sus amigos, sus ancestros habrían considerado lo mas sucio del mundo. Quería morir de gozo, de placer, pensando y realizando todo lo que siempre le había sido prohibido, imploró al hombre que la tocara, que la sometiera, que la usase para todo lo que viniera en gana. El solo observaba, y de rodillas frente a él, se sintió poseída y tocada, se imaginó reina y esclava, dominadora y dominada. En su fantasía, hacia el amor con blancos, negros, amarillos, homosexuales, e imaginó todo lo que nunca había imaginado antes, y se entregó a lo más vil y a lo más puro…
Finalmente, no se contuvo y grito mucho, de placer, de dolor de los orgasmos seguidos, de los muchos hombres y mujeres que habían entrado y salido de su cuerpo, usando las puertas de su mente.
Se acostó en el suelo y se dejó estar allí, inundada de sudor, con el alma llena de paz. Había escondido a sí misma sus deseos ocultos, sin nunca saber bien por que, y no necesitaba una respuesta. Le bastaba haber hecho lo que había hecho: entregarse.

Me pregunto: Por que Verónika esperó estar al borde de la muerte para entregarse a sus deseos?, tan simple como es masturbarse, nos hace pensar que otras cosas aún no descubrimos?, hasta donde en verdad podemos llegar? Acaso sabemos cual es nuestro límite? En fin… preguntas de una existencialista.
El ejemplo del orgasmo de Veronika, experiencia fascinante descrita por Paulo Coelho, muy aplicable para tantas limitaciones que poseemos y para tantas cosas que deberíamos hacerlas con más pasión y entrega.

29 de noviembre de 2006

CONCIENCIA DE LA MUERTE, CONCIENCIA DE LA VIDA

Verónika, intento suicidarse porque sus días eran iguales, cayó en una rutina insoportable, su futuro según ella estaba anunciado: mantener su trabajo de bibliotecaria, casarse, tener hijos, soportar al marido alguna infidelidad por amor a los hijos, tener la casita soñada, vivir con lo necesario, ni mas, ni menos….
Desde el ojo ajeno, Verónika lo tenía todo, trabajo, independencia, juventud, belleza, educación, buena familia, y demás “requisitos” para ser feliz, sin embargo ella aún estaba inconforme… inconforme porque no dejaba salir a las múltiples Verónikas que vivían dentro de ella: la aventurera, la loca, la rebelde, incluso la egoísta y la grosera. Estaba acostumbrada y se había impuesto, ser educada, trabajadora, prudente, una “niña buena” frente a los demás. Entonces decidió morir…
Pero falló en su intento y como optó poner fin a su vida tomando una gran cantidad de somníferos, la intoxicación provocó daños fatales a su organismo, sus días estaban contados… y los pasaría recluida en un sanatorio mental.
Lo fatal fue que recién al tener conciencia de su muerte, empezó a tener conciencia de la vida, la vida que no se atrevía a vivir porque siempre se impuso límites, los límites que nos mantienen “sensatos” ante la sociedad.
Acaso la rutina nos puede llevar al suicidio? No, yo creo que la decisión de Verónika no fue porque estaba consumida en la rutina, fue porque no vivía lo que en verdad quería vivir todo por aquellos límites que se había impuesto, “los verdugos” que uno mismo los crea. Y lo peor fue que recién decidió “vivir” cuando caminó cerca al abismo de la muerte que la esperaba.
Y esto me hace pensar, cuantas cosas dejamos para después!! Cuantas cosas las postergamos… y para cuando?, para cuando ya sea demasiado tarde?, realmente no poseemos conciencia de la muerte hasta que la tenemos cerca, mientras tanto vivimos como si siempre hubiera un mañana, un después que se vuelve sinónimo de eternidad…. y nos olvidamos cuan frágiles somos.

21 de noviembre de 2006

ACERCA DE LOCOS Y CORBATAS

Esta haciendo una calor!!, por eso esta mañana trate de vestir lo mas holgadamente posible, pese a que tenía que dirigirme a varias oficinas públicas donde ciertos funcionarios son algo discriminadores con los abogados por la ropa (increíble pero cierto), las abogaditas debemos llevar trajecito sastre y los abogados la infaltable camisa y corbata, caso contrario pecamos de mamarrachos poco serios. ¿acaso ese es abogado? ¿con esa pinta? Vaya si que es una ridiculez medir la capacidad por la ropa.
Cuando ingresaba a una oficina no muy concurrida, Alex, un funcionario se encontraba bastante relajado con la corbata tirada cerca al basurero, y disfrutando del ocio del momento, hasta que vio por la ventana que su jefe se disponía a entrar!; inmediatamente brincó y se colocó la corbata que por suerte ya llevaba nudo, cambio la sonrisa con la que me recibió y empezó a revolver papeles de su escritorio, simulando estar muy ocupado y claro, también yo tuve que disimular la carcajada interna que me provocaba el verlo todo sudado y color tomate.
A proposito de corbatas recordé la conversación entre Veronika y el Dr. Igor. Veronika es el personaje principal de la novela “Veronika decide morir” escrita por el genio de Paulo Coelho. Veronika es internada en un sanatorio mental por intento de suicidio y en una ocasión pregunta al Dr. Igor acerca de la esquizofrenia de Eduard, un muchacho recluido también en el mismo sanatorio.
El Dr. Igor describe a un esquizofrénico como una persona que ya tiene una tendencia natural para ausentarse de este mundo, hasta que un hecho - grave o superficial- hace que cree una realidad sólo para él:
- Crear una realidad solo para él – repitió Verónica - ¿Qué es la realidad?
- Es lo que la mayoría de la gente consideró que debía ser. No necesariamente lo mejor, ni lo más lógico, sino lo que se adaptó al deseo colectivo. ¿Usted ve lo que llevo alrededor del cuello?
- Una corbata.
- Muy bien. Su respuesta es lógica y coherente, propia de una persona absolutamente normal: “una corbata”
Un loco, sin embargo, diría que yo tengo alrededor del cuello una tela de colores, ridícula, inútil, atada de una manera complicada, que termina dificultando los movimientos de la cabeza y exigiendo un esfuerzo mayor para que el aire pueda penetrar en los pulmones. Si yo me distrajera estando cerca de un ventilador, podría morir estrangulado por esa tela.
Si un loco me preguntara para qué sirve una corbata, yo tendría que responderle: para nada absolutamente nada. Ni siquiera para adornar, porque hoy en día se ha tornado el símbolo de la esclavitud, del poder, del distanciamiento. La única utilidad de la corbata consiste en llegar a la casa y poder sacárnosla, dándonos la sensación de que estamos libres de algo que no sabemos que es.
¿Pero la sensación de alivio justifica la existencia de la corbata? No. Aún así, si yo pregunto a un loco y a una persona normal qué es eso, será considerado sano aquel que responda “una corbata”. No importa quién dice la verdad, importa quién tiene razón.

La corbata…un inútil pedazo de tela, “según un loco”, ahora según nosotros “los normales” un símbolo de formalidad, de seriedad y sensatez. El ejemplo tan simple en torno a una corbata, alcanza mucho mas, cuantas cosas mas nos imponemos?!, y no sabemos de donde vienen, para que sirven y por que las hacemos? solo las copiamos y nos adecuamos a ellas por ese “deseo colectivo” que debemos mantener, porque de lo contrario marcaríamos una diferencia que nos llevaría a ser llamados “extraños”, “raros” o hasta tal vez “locos”.
Nuestra llamada “realidad”, responderá a lo que en verdad queremos?, o es que simplemente nos adecuamos a lo ya impuesto sin analizar que tan bueno o malo es para nosotros? y entonces cada vez nos transformamos más en máquinas de comer, dormir, trabajar, etc. convenciéndonos a nosotros mismos y a los demás que eso es “lo mejor” y lo que “debe ser”.
Si… treverse a pensar y actuar diferente es un riesgo; riesgo porque rompemos ciertas cadenas que nos mantienen “cuerdos” frente a los demás… porque en esta sociedad, tal como dice el Dr. Igor: “No importa quién dice la verdad, importa quién tiene razón” pero ¿Quién en verdad tiene la razón? …